Eternamente, no existe,
no sé a quién se le ocurrió;
vocablo que suena triste...
La madre que lo parió.
Nada en sí mismo es eterno,
todo termina o se acaba;
no perdura ni el infierno,
ni el dios que tu alma adoraba.
Maldita sea la idea,
de descubrir la utopía;
o de buscar panacea
que culmine en mejoría.
Todo comienza y se acaba
por designio del destino...
Como la flecha en la aljaba,
como en la copa, su vino.
Jorge Horacio Richino
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